Más allá de lo temporal


1Pedro 1:3  Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo,  que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva,  por la resurrección de Jesucristo de los muertos,

Este versículo hace parte de la epístola que escribió el apóstol Pedro a un grupo de personas a quienes identifica como expatriados. Con esta expresión se está refiriendo a las iglesias de Cristo que habían huido de sus tierras por causa de la persecución. Los lugares de donde habían sido expatriados, fueron las provincias en las cuales la iglesia fue perseguida después del incendio de Roma a manos de Nerón. Lo más seguro es que este sea el contexto de la carta.
 
Recordemos que el emperador Nerón después de incinerar la ciudad de Roma, culpó a los cristianos como autores del incendio, esto desencadenó odio y persecución contra la iglesia de Cristo. Muchos creyentes fueron asesinados de formas crueles y Nerón parecía complacerse en ello. Muchos creyentes tuvieron que huir en medio de difíciles circunstancias, entre ellos, los remitentes de la carta de Pedro. Es en este momento difícil que el apóstol le escribe a este grupo de creyentes que habían sido expatriados para fortalecerles y animarles en el Señor.
 
El apóstol Pedro comienza la epístola con palabras de gozo, adorando a Dios con gratitud y diciendo: “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo”. Alguno podría cuestionar la conveniencia de esta introducción llena de gozo en una carta dirigida a una iglesia sufriente ¿Cómo puede empezar su carta de esa manera? ¿A caso no es consciente de la situación que están viviendo los expatriados? ¿No había palabras más apropiadas y acordes a la situación? El apóstol no empezó expresando tristeza por todo lo que habían perdido los hermanos, no lamentó la muerte de aquellos que no habían alcanzado a huir y habían sufrido el martirio. En medio de la persecución, el sufrimiento, la muerte y el destierro de la iglesia, Pedro comienza su epístola alabando al Padre Dios.
 
La alabanza de Pedro en medio de la difícil situación nos recuerda la que muchos hombres de Dios en la Biblia y en la historia del cristianismo expresaron en circunstancias dolorosas y nos lleva a preguntarnos ¿Cómo puede alguien, en medio de una situación difícil, rodeado de persecución, adversidad y muerte, tener la disposición para elevar su voz en alabanza a Dios? ¿Cómo pudieron los mártires de la historia cristiana morir cantando en medio de las ejecuciones más crueles? ¿A caso no entendían lo que estaban viviendo? ¿A caso no eran conscientes de su realidad?
 
Obviamente Pedro estaba consciente de la realidad de los expatriados, obviamente los mártires murieron siendo conscientes de su propia realidad. El motivo por el que ellos podían cantar y alabar a Dios en medio de las más difíciles circunstancias, no era el desconocimiento o falta de comprensión de la realidad que estaban viviendo, sino todo lo contrario. Ellos tenían la panorámica completa, ellos si podían ver de manera total su realidad. Ellos eran conscientes de toda su situación, no solo la que estaban viendo con sus ojos, sino aun la que no podían ver.
 
En este versículo el apóstol Pedro dirige su alabanza a Dios el Padre y en sus palabras podemos ver claramente que el motivo no tenía nada que ver con las circunstancias temporales que pudieran estar viviendo los expatriados, su gratitud estaba enfocada en la otra realidad, la realidad de su redención y de la obra salvífica que Cristo había hecho en ellos. Esa era una realidad que a pesar de la persecución de Nerón ellos aun podían disfrutar. El emperador les había destruido y arrebatado muchos bienes terrenales, pero sus realidades eternas seguían intactas. Pedro nos enseña a vivir una vida de gratitud a Dios a pesar de las circunstancias, nos enseña a ver nuestra realidad más allá de lo temporal. En este versículo el apóstol señala cuatro realidades que como iglesia tendremos siempre a pesar de las circunstancias y que son el motivo de nuestro gozo y gratitud eterna:
 
El primer motivo de alabanza del apóstol es la misericordia de Dios. Con esta palabra Pedro está hablando de la motivación de Dios para salvar a su iglesia. Es importante notar que el motivo no somos nosotros, ni nuestra virtud, ni nuestras buenas obras, ni nuestros méritos, pero tampoco nuestra grave situación como pecadores. No, el motivo no somos nosotros, el motivo es Dios mismo, su carácter misericordioso. Pedro nos recuerda que tenemos un Dios Misericordioso y que es por esa gran misericordia, que nosotros, pecadores condenados, hemos alcanzado redención.
 
El segundo motivo de gratitud es el nuevo nacimiento. El apóstol usa la expresión “renacidos”. Ésta palabra nos habla de la regeneración o como Jesús se lo expresó a Nicodemo, el nuevo nacimiento. Un nacimiento de arriba, celestial, espiritual y santo, que resulta en la vivificación espiritual de nuestro ser. La Biblia enseña que después de la caída, el hombre está muerto en delitos y pecados, y que sólo Cristo le puede dar vida. Pedro agradece a Dios porque sabe que, en el pasado, tanto él como la iglesia a la que escribe, vivían vidas pecaminosas, andando como enemigos de Dios a los cuales no les esperaba nada más que la condenación eterna. Pero en medio de esa realidad, Dios les dió una nueva vida en Cristo. Es ese el motivo de su alabanza a Dios.
 
El tercer motivo de nuestro gozo es la esperanza viva que como iglesia tenemos en Cristo. La palabra esperanza significa una espera paciente y confiada, es decir, no habla simplemente de un deseo o una añoranza. La palabra que usa el apóstol significa una certeza. El fruto de la misericordia de Dios y su obra de regeneración en su iglesia no es otra que una esperanza viva, la certeza de la vida eterna. Esta esperanza no es humana, procede de Dios y está en todo verdadero creyente, ésta es la razón de que la iglesia pueda alabar a Dios cualquiera sea su circunstancia temporal. 
 
Finalmente, el cuarto motivo de la expresión de alabanza del apóstol Pedro, es la garantía que como creyentes tenemos de nuestra redención. El apóstol termina diciendo que ésta esperanza tiene una garantía, la resurrección de Cristo de entre los muertos. La garantía de que la iglesia resucitará victoriosa no son las circunstancias temporales que vive aquí en la tierra. La garantía de su glorificación está en el hecho de que Cristo resucitó de los muertos. En 1Corintios 6:14 el apóstol Pablo escribió: Y Dios,  que levantó al Señor,  también a nosotros nos levantará con su poder.
 
Esta otra parte de la realidad de los expatriados, la que Nerón y sus ejércitos no les pudieron arrebatar, es la realidad de la iglesia a través de los tiempos. Una realidad que no perciben los ojos, pero que está latente en el corazón de todos los redimidos. Este mundo no es todo lo que tenemos, los bienes, y las riquezas, son perecederos, pasajeros, pero nosotros tenemos una realidad gloriosa que nadie nos puede arrebatar. La iglesia puede alabar a Dios aún en medio de sus difíciles realidades temporales porque conoce su realidad eterna. Ella sabe que tiene un Dios misericordioso, una nueva vida en Cristo, una esperanza viva y la garantía de que, así como Dios levantó de los muertos a Jesús, también a su iglesia levantará con su poder.
 
Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo,  que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva,  por la resurrección de Jesucristo de los muertos,
1 Pedro 1.3

Pastor Henry Velásquez.
IPBR - Bosa.

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