La caja de Pandora


 Pro 22:3  El prudente ve el peligro y lo evita; el imprudente sigue adelante y sufre el daño.

«Abrir una caja de Pandora», una expresión que seguramente hemos oído y que tiene un significado interesante. Proviene de un mito griego en el que una mujer llamada Pandora, recibe como regalo de bodas una caja con instrucciones de no abrirla bajo ninguna circunstancia. Pandora no soporta la curiosidad y termina abriéndola, liberando así lo que había en su interior, todos los males del mundo. La expresión se usa como una analogía para hablar de una acción en apariencia pequeña e inofensiva, pero que puede traer consecuencias catastróficas.

Veo con tristeza en este tiempo, una realidad que me recuerda esta analogía. Una caja de pandora que parece atractiva e inofensiva, pero que termina desatando una multitud de males. Esa triste realidad que está corroyendo las nuevas generaciones es la drogadicción. La droga se ofrece en el mundo entero como un regalo atractivo, y aunque todos saben que no deben abrir esa caja, muchos como Pandora, por curiosidad la abren y terminan desatando una multitud de males sobre sus vidas y las de sus seres queridos.

Las drogas son sustancias químicas que básicamente engañan al cerebro. Cuando alcanzamos logros, cuando cumplimos un deseo, cuando tenemos un momento feliz, el cerebro segrega unas sustancias que nos hacen sentir alegría, euforia, satisfacción, placer, etc. La droga con sus químicos, produce un tipo de actividad cerebral parecida, haciendo que el consumidor experimente estas sensaciones sin ninguna razón lógica.

Las personas las consumen por diversión, para sentirse bien, por placer o por aceptación social, y lo hacen como si fuera algo inofensivo y hasta beneficioso, pero, en la mayoría de los casos, los consumidores no tienen en cuenta todas sus repercusiones negativas.

Lo que todos te dicen: La mayoría de nuestros jóvenes son desafiados por sus compañeros o “amigos” para consumir droga. Como con un hermoso papel de regalo, la droga se promociona envuelta en una atractiva publicidad. Sus promotores prometen a los posibles consumidores mucha diversión y placer, una salida a los problemas cotidianos de la vida, una inyección de energía que les dará mejor desempeño. Con muchos argumentos seducen sus voluntades hasta doblegarlos. Les dicen: Eso no es malo, más perjudicial es el alcohol, todo el mundo consume y no pasa nada. Finalmente, si nada de esto funciona, la presión social termina de hacer el trabajo y los muchachos terminan abriendo esta atractiva caja sin entender lo que lleva por dentro.

Lo que nadie te dice: Lo que callan sus promotores son las innumerables consecuencias a diferentes niveles que la droga produce en la vida de sus consumidores.

A nivel de salud, la droga afecta las neuronas y los circuitos del cerebro comprometiendo su salud a largo plazo. En muchos casos, se han visto comprometidos importantes trasmisores del cerebro, afectando la función cognitiva, es decir, la habilidad para aprender, recordar información; organizar, planear y resolver problemas; concentrarse, mantener y distribuir la atención; entender y emplear el lenguaje, reconocer o percibir correctamente el ambiente, y realizar cálculos, entre otras funciones. Lo que no les dicen a nuestros jóvenes los promotores de la droga, es que ella puede terminar limitando sus capacidades, destruyendo su futuro y afectando su vida por completo.

Esto no es un cuento que escuché, tuve la experiencia de colaborar con una fundación de rehabilitación de drogadictos enseñándoles por un tiempo la Palabra de Dios, en este lugar, estas situaciones eran el pan de cada día. Recuerdo el caso de un joven universitario que llevaba un tiempo consumiendo, un día, después de una fuerte dosis, perdió el control y quiso quitarse la vida. Sus familiares lo internaron, y aunque con el tiempo se rehabilitó, su cerebro quedo tan afectado a nivel cognitivo, que no pudo continuar estudiando. Su cerebro no pudo volver a retener conocimientos. Su carrera, sus sueños, sus planes, quedaron abandonados. Seguramente este joven no creyó que cuando probó la droga por primera vez, estaba abriendo una caja que contenía tantos males, seguramente creyó que era algo que tenía bajo control, que podía dominar.

Otra triste realidad que no dicen a nuestros jóvenes cuando los invitan al consumo, es que la droga aumenta el riesgo de sufrir trastornos psiquiátricos como la esquizofrenia, depresión, ansiedad y, lo que ahora llaman, el trastorno por consumo de drogas. La droga afecta el cerebro del consumidor y la manera en que percibe la realidad, sobre todo el cerebro de los más jóvenes que todavía no ha terminado su desarrollo. En aquella fundación de rehabilitación, no era raro ver casos de esquizofrenia, jóvenes que escuchaban voces que los ordenaban suicidarse, ataques de ansiedad y pánico. Muchos jóvenes están terminando internados en clínicas psiquiátricas a causa de las drogas. Pero de esto tampoco se habla mucho.

Otro factor importante que se callan los promotores de las drogas es la adicción. El consumo repetido de drogas modifica el cerebro y genera una adicción tan fuerte, que muchas de sus víctimas prácticamente no pueden vivir sin ellas, se hacen dependientes. Si dejan de consumir presentan síntomas como depresión y ansiedad, y en su desespero se tornan violentos y son capaces de cometer acciones criminales incluso, contra sus seres queridos. Algunos pacientes de la fundación eran jóvenes que habían agredido violentamente a sus padres porque no les daban para la dosis, otros habían robado pertenencias de su casa para comprar más droga y uno de ellos habían llegado al límite de amenazar de muerte a sus padres. Pero esto tampoco se lo dicen a nuestros muchachos.

Podríamos escribir más de páginas hablando de muchos otros daños que las diferentes drogas causan en la salud, como las afecciones cardiacas o respiratorias. También podríamos hablar de todos los daños que causa la droga a nivel emocional, económico, social; no solo a quienes las consumen, sino también a sus familias, amigos y a la sociedad en general. Pero más que hacer un estudio completo del tema, mi intención es hacer una reflexión, primeramente, a los padres, para que se informen, investiguen, aprendan y puedan enseñar a sus hijos aquello que nadie más les va a enseñar. Pero no solamente a los padres, sino también a los jóvenes que muchas veces desprecian el consejo de sus padres, pero creen a ciegas lo que sus compañeros dicen y terminan caminando hacia su propia destrucción. La droga no es un juego, no es una simple diversión, no te engañes pensando que es algo que puedas controlar, te puede destruir, tiene el potencial para arruinar tu futuro y el de tu familia, no abras esa caja.

Lo que Dios dice: En el libro de Proverbios 22:3 la Palabra de Dios dice: El prudente ve el peligro y lo evita; el imprudente sigue adelante y sufre el daño.

En este versículo encontramos dos clases de hombres: Uno prudente, precavido o sabio que ve el peligro y trata de evitarlo; y un imprudente, simple o necio que también ve el peligro, pero no hace caso de él y termina recibiendo el daño. Me gustaría sinceramente, terminar diciéndoles que somos de los prudentes y sabios, y que una vez advertidos no caeremos. Sin embargo, eso no es lo que enseña la Palabra de Dios. La Biblia dice que el hombre es un pecador. Dios creó al hombre bueno, pero con la caída, el corazón del hombre se corrompió y ahora, su deseo es pecaminoso, su obrar es rebelde, sus pies se apresuran al mal y está inclinado a todo lo perverso.

Romanos 3:10-18 dice: Como está escrito: No hay justo,  ni aun uno;  No hay quien entienda, No hay quien busque a Dios.  Todos se desviaron,  a una se hicieron inútiles;  No hay quien haga lo bueno,  no hay ni siquiera uno.

Sepulcro abierto es su garganta;  Con su lengua engañan.  Veneno de áspides hay debajo de sus labios;  Su boca está llena de maldición y de amargura.  Sus pies se apresuran para derramar sangre;  Quebranto y desventura hay en sus caminos;  Y no conocieron camino de paz. No hay temor de Dios delante de sus ojos.

Esta es la realidad, el hombre es un necio que corre hacia su propia destrucción. No solo en el caso de la droga, el hombre sabe que todo el pecado que le ofrece el mundo trae consecuencias desastrosas para su vida, pero, aun así, el hombre lo practica. El casado sabe que por adúltero puede perder su hogar y, aun así tiene una amante; el corrupto sabe que puede perder su empleo y terminar en la cárcel, pero aun así acepta el soborno. El hombre es un pecador, está vendido al pecado, su corrupto corazón es experto en escoger lo malo y sufrir las consecuencias.

La buena noticia es que el hombre no tiene que vivir toda su vida como esclavo del pecado, Dios ha provisto redención, salvación y libertad para el hombre y esa libertad está en Jesucristo. Juan 8:36 dice: Así que, si el Hijo os libertare,  seréis verdaderamente libres. Solo Jesucristo nos puede dar libertad, solo Él nos puede guardar de nuestro propio pecado y maldad, solo Él puede cambiar nuestro necio corazón y hacernos andar por el buen camino. Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo, pero no solo de la condenación eterna, también serás salvo de la esclavitud del pecado. Solo el poder de Dios nos da verdadera libertad. Libertad para reconocer nuestros pecados, libertad para pedir perdón a Dios y a nuestro prójimo, libertad para andar en vida nueva.

No estoy diciendo, como muchos han llegado a pensar, que un cristiano es una persona que no peca, eso está muy lejos de la realidad. La verdad es que el creyente es aquel que reconoce su pecado, lo confiesa en arrepentimiento y depende del poder de Dios para andar en vida nueva. La oración que nos enseñó el Señor Jesucristo lo dice claramente. Mateo 6:12,13 dice:  Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.  Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.

En el Padre nuestro, el pecador reconoce su situación pecaminosa, pide perdón a Dios y el poder para ser librado de la tentación. Por nuestra propia cuenta no podemos ganarle a la droga, porque es más fuerte que nosotros, necesitamos reconocer nuestra debilidad y clamar a Dios por su poder que nos libra del mal.

Si estás siendo incitado a probar con la droga, no olvides que una mala decisión traerá a tu vida terribles consecuencias, clama a Dios que te libre de la tentación, confía en Él y pídele ayuda a tus padres; si apenas comenzaste a consumir, todavía estas a tiempo, arrepiéntete, pídele a Dios que te haga libre y busca ayuda; si eres adicto y quieres salir de esa condición, recuerda que solo Cristo puede hacerte libre de la esclavitud del pecado. El salmo 18:6 dice: En mi angustia invoqué a Jehová, Y clamé a mi Dios. El oyó mi voz desde su templo, Y mi clamor llegó delante de él, a sus oídos. Y los versículos 16,17 dicen: Envió desde lo alto; me tomó, Me sacó de las muchas aguas. Me libró de mi poderoso enemigo, Y de los que me aborrecían; pues eran más fuertes que yo.

Padres de familia, no podemos ser negligentes, no podemos hacernos los sordos ante esta realidad que está tocando a la puerta de nuestras casas, debemos salirle al paso, debemos adelantarnos. Que cuando llegue, nuestros hijos ya estén preparados. Debemos aprender del tema para así poder enseñar correctamente a nuestros hijos, informarles de las consecuencias, prepararlos para cuando les inciten; pero, sobre todo, enseñarles el Evangelio. Recordemos que el hombre peca no solo por ignorancia, sino sobre todo porque su corazón es rebelde. Enseñémosles que son pecadores, que han ofendido al Dios santo, que tienen una deuda con la justicia Divina, pero también que Cristo vino para redimirnos de nuestro pecado, para pagar nuestra deuda y para hacernos libres de la esclavitud del pecado. Hay tareas tan importantes que no se pueden postergar, discipular a nuestros hijos con el evangelio es una de las primeras. Nuestros hijos necesitan a Cristo más que a cualquier cosa.

Solo por la obra de Cristo un hombre puede ser verdaderamente libre del pecado; solo por la perfecta redención del Salvador un hombre puede dejar de ser necio, simple e imprudente; solo por el Espíritu Santo un hombre puede apartarse del mal y buscar al Salvador.

Pro 22:3  El prudente ve el peligro y lo evita; el imprudente sigue adelante y sufre el daño.

Pastor Henry Velásquez.
IPBR - Bosa.

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